miércoles, 31 de octubre de 2007

De la Flor canta las 40


Corría julio de 1967 y 200 cajas forradas de blanco, con el dibujo de una flor de cinco pétalos impresa, llamaban la atención en el ambiente literario: dos títulos, El libro de los autores y una antología de cuentos sobre Buenos Aires ambientado en diversas épocas invitaban a presenciar el nacimiento de uno de los sellos independientes más importante de Argentina: Ediciones de la Flor daba inicio a su historia.

“Mirá qué piola que soy que leí esto, que está bueno, y que aparte lo voy a multiplicar para que lo tengan ustedes también. A veces te sale y a veces no”, se presenta el abogado de profesión y editor por vocación, Daniel Divinsky, fundador de De la Flor. Todo indica que en este caso las cosas salieron bien.
“Jamás se me ocurrió que me iba a ganar la vida con esto, ni a estar preso, ni que iba a vivir seis años en el exilio”, admite Divinsky. Es curioso imaginar que aquel adolescente de 15 años que había ingresado a la Facultad de Derecho para convertirse, a los 20, en un hombre de leyes haya encontrado en el mismo lugar la pasión de su vida: el mundo de la edición.




Los primeros pasos


Mientras estudiaba, el joven Divinsky tuvo su primer contacto con la fabricación de un libro: primero como subdirector y luego como director de la colección Cuadernos del Centro de Derecho y Ciencias Sociales. Se trataba de libros breves financiados por el editor jurídico Emilio Perrot. “Era un negocio redondo para Perrot y para el Centro de Estudiantes. Contábamos con una especie de clientela cautiva porque para aprobar una materia los alumnos tenían que comprarlos”, recuerda Divinsky.
En ese momento entró en escena un personaje clave para el florecimiento de la editorial, Jorge Álvarez, un empleado de una librería jurídica donde Divinsky y sus compañeros adquirían sus herramientas de estudio. “Cuando Álvarez lanzó su editorial, no dudé en aceptar trabajar gratis para él. Tenía la oportunidad de hacer lo mejor del mundo: traducciones”, explica.
De esta relación nació la iniciativa de crear una editorial en conjunto y, tras una “tormenta de ideas” (brainstorm), Susana “Pirí” Lugones fue la encargada de bautizar este nuevo emprendimiento como Ediciones de la Flor. El nombre surgió de la conjunción de la idea del flower power, símbolo de hippismo de la época; el guiño con el juego de tres cartas del mismo palo del truco y el objetivo principal de la sociedad: ser una “flor” de editorial.

La sede del humor gráfico

Ya sin Álvarez en el equipo, en julio del ’70 Divinsky formalizó su relación con su actual pareja, Ana María “Kuki” Miler. Su importancia fue vital para el proyecto. En términos del editor: “Voy a ser justo, porque si yo no hubiera empezado mi convivencia con una economista que vio que la editorial financieramente era un desastre se hubiera ido al demonio al año y medio”.
Tres meses después llegó el turno de la otra figura femenina, Mafalda. Así, en octubre de ese año, el tomo seis de la mítica creación del dibujante Joaquín Salvador Lavado apareció por primera vez en el sello y vendió 200 mil ejemplares en dos días. El trabajo de Quino y la obra de Roberto Fontanarrosa se convertirían en las bases del éxito de la editorial.
“Editamos un montón de cosas, pero vivimos del humor gráfico porque es, en términos económicos, un nicho de mercado. Es el único campo en que somos los primeros. Somos los más antiguos y tenemos, por ahora, a los mejores. Haber conservado a Quino desde el ’70 y a Fontanarrosa desde el ’72 y luego haber incorporado a Caloi y a los jóvenes que aparecieron, no es ninguna pedantería”, afirma Divinsky.
El editor admite la importancia de su ojo critico al momento de seducir a sus elegidos: “A Liniers (el dibujante, Ricardo Siri)lo descubrí en el suplemento NO de Página 12 cuando hacía esos disparates. Conseguí el teléfono, lo llamé y, como en los dibujos animados cuando uno está llamando por teléfono y el otro aparece, me estaba golpeando la puerta. Junto con (historietista, Cristian Dzwonik) Nik, son los que más venden”.
“De la Flor es, históricamente, la editorial del humor gráfico argentino. Muchos de los libros que leía en la infancia y que aún conservo han salido de su imprenta. Crecí –como casi todo el mundo- leyendo la colección entera de Mafalda. Libros de autores como Quino, Calé, Kalondi (tengo uno del ’75), Cris, Fontanarrosa, Caloi, Sendra, Rep, Maitena, Liniers y otros, ocupan buena parte de mi biblioteca. En tiempos de multimedios y de editoriales absorbidas por grandes grupos poderosos, es una buena noticia que este cumpliendo 40 años, siempre atendida por sus propios dueños”, expresa el dibujante y cineasta Juan Matías “Tute” Loiseau, hijo de Caloi.

El grato oficio de editar

Una de las particularidades de De la Flor es que todo material debe ser leído y corregido por Divinsky. Hasta los grandes pasan por este mecanismo. “Fontanarrosa escribía sus cuentos de un tirón. Me los mandaba en bruto, apenas los corregía una sola vez y después me los enviaba. No veía el corte final. Más de una vez le dije: ‘Negro mira que suprimí una parte que sobraba’ y él me respondía: ‘Está bien’. Ni siquiera le daba lugar a la desconfianza”, confía el editor.
Uno de los dramaturgos claves de la literatura argentina, Roberto “Tito” Cossa, se sincera: “Yo de la edición nunca me calenté. Desde hace muchos años edito con De la Flor. Cuando tengo una obra más o menos armada lo llamo a Daniel (Divinsky) y se la paso. A veces tarda, aunque finalmente las edita. En general, hay autores que buscan editar, pero no es mi caso. Las únicas correcciones que acepto son las de Divinsky, mi editor. El me dice: ‘el teatro tarda, pero al final recupera todo el tiempo’”.
Uno de los íconos de la publicidad argentina, la cabeza de Geniol que decora el escritorio de Divisky sostiene las palabras de Cossa. “Tito me la regaló una vez para mi cumpleaños junto con un cartel que decía: ‘¿Para qué publicás obras de teatro, si sabés que dan un dolor de cabeza’”, recuerda entre risas el dueño de De la Flor y agrega: “A ‘Tito’ no hay nada que corregirle”.
Al momento de definir su oficio, Divinsky señala que todas las decisiones las toma con pasión. “De golpe, cuando hay un libro que me gusta mucho, me empecino para que se comente y se lea. Mi estrategia es regalar ejemplares a gente clave para que opere como multiplicador”.

Ese hombre

“Es el único caso, y esto sí que es memorable, en que un autor propuso que un libro suyo no tuviera un precio mayor de lo que hoy serían diez pesos, para que fuera muy vendido”, recuerda Divinsky en alusión a la primera vez en que editaron la célebre Operación Masacre, de Rodolfo Walsh. La relación con el periodista desaparecido en la última dictadura se inició cuando el dueño De la Flor corregía sus traducciones para la editorial de Jorge Álvarez. Tiempo después, en los ’70, Walsh comenzó a publicar en el sello de Divinsky. “Éramos amigos, pero no de tratarnos todos los días. Creo que esa era su forma de preservarnos porque ni Kuki ni yo éramos militantes. Recuerdo un día que nos advirtió: ‘Si se llegan a cruzar en la calle conmigo, no me saluden’”, rememora sobre el autor de la Carta abierta a la Junta Militar.
La editorial que cumple 40 años también es reconocida por el espacio que le brindó y sigue brindando a los textos de este escritor. Para el próximo septiembre, se espera el lanzamiento de El violento oficio de escribir, del escritor Daniel Link, quien a la vez está preparando El joven Walsh, textos y artículos de su juventud. “Lo que pasa es que hay muchas cosas perdidas. Hay personajes curiosos que tienen atesorado material difícil de conseguir y quieren venderlo. Hay una cosa media mafiosita... y yo no les voy a comprar nada. Opino que los derechos son de la hija y de la nieta de Rodolfo, así que no voy a comprar la posesión de alguien que lo encontró en una hemeroteca de publicaciones viejas”, justifica Divinsky.

No quedan más vacantes

A pesar de los obstáculos, De la Flor supo permanecer vigente durante cuatro décadas. Ni la detención de Daniel y Kuki por 127 días durante los años de plomo, ni el obligado exilio de seis años en Caracas (Venezuela), ni las forzosas mudanzas opacaron el prestigio que al final alcanzó la editorial familiar e independiente. El periodista y co-autor de La historieta argentina: una historia, Diego Rosemberg, analiza: “Es una de las pocas editoriales que resistió la trasnacionalización. Además sigue apostando al fondo editorial, cuya estrategia de venta es el long seller en vez del best seller `marketinero´. A diferencia de los demás sellos, no descarta las novedades en el tiempo, dándole al libro su verdadera dimensión”.
El 2007 revela un Divinsky hurgando entre recuerdos: “Encontré una carta de Quino del ’85, enviada por fax desde Italia, quejándose porque se demoraba un libro”, evoca risueño. Ya no queda tiempo para editar. Su atención parece estar centrada sólo en los preparativos del aniversario. Quizás por eso, la página Web del sello previene: “A los autores: como nuestro plan editorial está tan sobrecargado que cubre las posibilidades de edición hasta mediados de 2008, lamentablemente no nos resulta posible recibir nuevos originales para considerar su publicación. DE LA FLOR”.



Cecilia Díaz