miércoles, 31 de octubre de 2007

De la Flor canta las 40


Corría julio de 1967 y 200 cajas forradas de blanco, con el dibujo de una flor de cinco pétalos impresa, llamaban la atención en el ambiente literario: dos títulos, El libro de los autores y una antología de cuentos sobre Buenos Aires ambientado en diversas épocas invitaban a presenciar el nacimiento de uno de los sellos independientes más importante de Argentina: Ediciones de la Flor daba inicio a su historia.

“Mirá qué piola que soy que leí esto, que está bueno, y que aparte lo voy a multiplicar para que lo tengan ustedes también. A veces te sale y a veces no”, se presenta el abogado de profesión y editor por vocación, Daniel Divinsky, fundador de De la Flor. Todo indica que en este caso las cosas salieron bien.
“Jamás se me ocurrió que me iba a ganar la vida con esto, ni a estar preso, ni que iba a vivir seis años en el exilio”, admite Divinsky. Es curioso imaginar que aquel adolescente de 15 años que había ingresado a la Facultad de Derecho para convertirse, a los 20, en un hombre de leyes haya encontrado en el mismo lugar la pasión de su vida: el mundo de la edición.




Los primeros pasos


Mientras estudiaba, el joven Divinsky tuvo su primer contacto con la fabricación de un libro: primero como subdirector y luego como director de la colección Cuadernos del Centro de Derecho y Ciencias Sociales. Se trataba de libros breves financiados por el editor jurídico Emilio Perrot. “Era un negocio redondo para Perrot y para el Centro de Estudiantes. Contábamos con una especie de clientela cautiva porque para aprobar una materia los alumnos tenían que comprarlos”, recuerda Divinsky.
En ese momento entró en escena un personaje clave para el florecimiento de la editorial, Jorge Álvarez, un empleado de una librería jurídica donde Divinsky y sus compañeros adquirían sus herramientas de estudio. “Cuando Álvarez lanzó su editorial, no dudé en aceptar trabajar gratis para él. Tenía la oportunidad de hacer lo mejor del mundo: traducciones”, explica.
De esta relación nació la iniciativa de crear una editorial en conjunto y, tras una “tormenta de ideas” (brainstorm), Susana “Pirí” Lugones fue la encargada de bautizar este nuevo emprendimiento como Ediciones de la Flor. El nombre surgió de la conjunción de la idea del flower power, símbolo de hippismo de la época; el guiño con el juego de tres cartas del mismo palo del truco y el objetivo principal de la sociedad: ser una “flor” de editorial.

La sede del humor gráfico

Ya sin Álvarez en el equipo, en julio del ’70 Divinsky formalizó su relación con su actual pareja, Ana María “Kuki” Miler. Su importancia fue vital para el proyecto. En términos del editor: “Voy a ser justo, porque si yo no hubiera empezado mi convivencia con una economista que vio que la editorial financieramente era un desastre se hubiera ido al demonio al año y medio”.
Tres meses después llegó el turno de la otra figura femenina, Mafalda. Así, en octubre de ese año, el tomo seis de la mítica creación del dibujante Joaquín Salvador Lavado apareció por primera vez en el sello y vendió 200 mil ejemplares en dos días. El trabajo de Quino y la obra de Roberto Fontanarrosa se convertirían en las bases del éxito de la editorial.
“Editamos un montón de cosas, pero vivimos del humor gráfico porque es, en términos económicos, un nicho de mercado. Es el único campo en que somos los primeros. Somos los más antiguos y tenemos, por ahora, a los mejores. Haber conservado a Quino desde el ’70 y a Fontanarrosa desde el ’72 y luego haber incorporado a Caloi y a los jóvenes que aparecieron, no es ninguna pedantería”, afirma Divinsky.
El editor admite la importancia de su ojo critico al momento de seducir a sus elegidos: “A Liniers (el dibujante, Ricardo Siri)lo descubrí en el suplemento NO de Página 12 cuando hacía esos disparates. Conseguí el teléfono, lo llamé y, como en los dibujos animados cuando uno está llamando por teléfono y el otro aparece, me estaba golpeando la puerta. Junto con (historietista, Cristian Dzwonik) Nik, son los que más venden”.
“De la Flor es, históricamente, la editorial del humor gráfico argentino. Muchos de los libros que leía en la infancia y que aún conservo han salido de su imprenta. Crecí –como casi todo el mundo- leyendo la colección entera de Mafalda. Libros de autores como Quino, Calé, Kalondi (tengo uno del ’75), Cris, Fontanarrosa, Caloi, Sendra, Rep, Maitena, Liniers y otros, ocupan buena parte de mi biblioteca. En tiempos de multimedios y de editoriales absorbidas por grandes grupos poderosos, es una buena noticia que este cumpliendo 40 años, siempre atendida por sus propios dueños”, expresa el dibujante y cineasta Juan Matías “Tute” Loiseau, hijo de Caloi.

El grato oficio de editar

Una de las particularidades de De la Flor es que todo material debe ser leído y corregido por Divinsky. Hasta los grandes pasan por este mecanismo. “Fontanarrosa escribía sus cuentos de un tirón. Me los mandaba en bruto, apenas los corregía una sola vez y después me los enviaba. No veía el corte final. Más de una vez le dije: ‘Negro mira que suprimí una parte que sobraba’ y él me respondía: ‘Está bien’. Ni siquiera le daba lugar a la desconfianza”, confía el editor.
Uno de los dramaturgos claves de la literatura argentina, Roberto “Tito” Cossa, se sincera: “Yo de la edición nunca me calenté. Desde hace muchos años edito con De la Flor. Cuando tengo una obra más o menos armada lo llamo a Daniel (Divinsky) y se la paso. A veces tarda, aunque finalmente las edita. En general, hay autores que buscan editar, pero no es mi caso. Las únicas correcciones que acepto son las de Divinsky, mi editor. El me dice: ‘el teatro tarda, pero al final recupera todo el tiempo’”.
Uno de los íconos de la publicidad argentina, la cabeza de Geniol que decora el escritorio de Divisky sostiene las palabras de Cossa. “Tito me la regaló una vez para mi cumpleaños junto con un cartel que decía: ‘¿Para qué publicás obras de teatro, si sabés que dan un dolor de cabeza’”, recuerda entre risas el dueño de De la Flor y agrega: “A ‘Tito’ no hay nada que corregirle”.
Al momento de definir su oficio, Divinsky señala que todas las decisiones las toma con pasión. “De golpe, cuando hay un libro que me gusta mucho, me empecino para que se comente y se lea. Mi estrategia es regalar ejemplares a gente clave para que opere como multiplicador”.

Ese hombre

“Es el único caso, y esto sí que es memorable, en que un autor propuso que un libro suyo no tuviera un precio mayor de lo que hoy serían diez pesos, para que fuera muy vendido”, recuerda Divinsky en alusión a la primera vez en que editaron la célebre Operación Masacre, de Rodolfo Walsh. La relación con el periodista desaparecido en la última dictadura se inició cuando el dueño De la Flor corregía sus traducciones para la editorial de Jorge Álvarez. Tiempo después, en los ’70, Walsh comenzó a publicar en el sello de Divinsky. “Éramos amigos, pero no de tratarnos todos los días. Creo que esa era su forma de preservarnos porque ni Kuki ni yo éramos militantes. Recuerdo un día que nos advirtió: ‘Si se llegan a cruzar en la calle conmigo, no me saluden’”, rememora sobre el autor de la Carta abierta a la Junta Militar.
La editorial que cumple 40 años también es reconocida por el espacio que le brindó y sigue brindando a los textos de este escritor. Para el próximo septiembre, se espera el lanzamiento de El violento oficio de escribir, del escritor Daniel Link, quien a la vez está preparando El joven Walsh, textos y artículos de su juventud. “Lo que pasa es que hay muchas cosas perdidas. Hay personajes curiosos que tienen atesorado material difícil de conseguir y quieren venderlo. Hay una cosa media mafiosita... y yo no les voy a comprar nada. Opino que los derechos son de la hija y de la nieta de Rodolfo, así que no voy a comprar la posesión de alguien que lo encontró en una hemeroteca de publicaciones viejas”, justifica Divinsky.

No quedan más vacantes

A pesar de los obstáculos, De la Flor supo permanecer vigente durante cuatro décadas. Ni la detención de Daniel y Kuki por 127 días durante los años de plomo, ni el obligado exilio de seis años en Caracas (Venezuela), ni las forzosas mudanzas opacaron el prestigio que al final alcanzó la editorial familiar e independiente. El periodista y co-autor de La historieta argentina: una historia, Diego Rosemberg, analiza: “Es una de las pocas editoriales que resistió la trasnacionalización. Además sigue apostando al fondo editorial, cuya estrategia de venta es el long seller en vez del best seller `marketinero´. A diferencia de los demás sellos, no descarta las novedades en el tiempo, dándole al libro su verdadera dimensión”.
El 2007 revela un Divinsky hurgando entre recuerdos: “Encontré una carta de Quino del ’85, enviada por fax desde Italia, quejándose porque se demoraba un libro”, evoca risueño. Ya no queda tiempo para editar. Su atención parece estar centrada sólo en los preparativos del aniversario. Quizás por eso, la página Web del sello previene: “A los autores: como nuestro plan editorial está tan sobrecargado que cubre las posibilidades de edición hasta mediados de 2008, lamentablemente no nos resulta posible recibir nuevos originales para considerar su publicación. DE LA FLOR”.



Cecilia Díaz

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Tina Modotti.- Fotógrafa revolucionaria







(Wikipedia) Assunta Adelaide Luigia Modotti (Udine, 17 de agosto de 1896 - Ciudad de México, 5 de enero de 1942. Fue una famosa fotógrafa italiana. A los 17 años emigró a Estados Unidos con su familia. Trabajó en Hollywood. En 1921 conoció a Edward Weston y en 1922 llegaron a México, donde conoció e hizo íntima amistad con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Blanca Luz Brum y Frida Kahlo. Se hizo miembro del Partido Comunista Mexicano en 1927. Apoyó activamente a la lucha de Augusto C. Sandino y ayudó a fundar el primer comité antifascista italiano. En 1928 conoce a Julio Antonio Mella, dirigente estudiantil cubano, durante la ejecución de Sacco y Vanzetti. Más tarde ella sería testigo del asesinato de Mella. En 1930, es acusada de conspirar para asesinar a Pascual Ortiz Rubio, presidente de México en ese entonces, por lo que fue expulsada del país. Llega a Alemania a mediados de 1930, viaja a la Unión Soviética donde se reencuentra con Vittorio Vidali, a quien había conocido en México. Participó en el Socorro Rojo Internacional. En 1934 parte hacia España. Después de la Guerra Civil de 1936, se alista en el quinto regimiento y trabaja en las Brigadas Internacionales, con el nombre de María hasta el fin de la guerra. En 1939, regresa como asilada a México, donde continúa su actividad política, a través de la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi. En 1940, el presidente Lázaro Cárdenas anula su expulsión. Muere de un ataque cardiaco el 5 de enero de 1942. Junto con Weston, fue mentora del fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo. La escritora mexicana Elena Poniatowska escribió su biografía.

es.wikipedia.org/wiki/Tina_Modotti

Florencia Salvador

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Ediciones sin fronteras


Daniel Divinsky Estuvo cuatro meses y medio preso y sin embargo, la editorial nunca cerró sus puertas. Prohibieron Ganarse la Muerte, novela de Griselda Gambaro y les dispusieron una clausura de 30 días en la editorial. Ante el susto, los empleados retiraron todo lo que podía haber de valor y se fueron pensando que los militares iban a volver. Pero no pasó nada, nunca.

“Nuestra independencia política dentro del progresismo los hacía sospechar que éramos los ideólogos de la guerrilla. Era un razonamiento por lo absurdo, al revés: como no te pueden probar una pertenencia sospechan lo peor, de lo que no hay ninguna prueba. Era un mecanismo bastante típico de la época”, explica Divinsky.
Él y Kuki, estuvieron presos desde el 16 de febrero hasta el 23 de junio de 1977. “Volvimos en agosto- septiembre del ’83, me senté en el escritorio que tenía y todavía estaban mis cosas en los cajones y tenía ganas de marcar que estaba”, cuenta.
En 1983, le llegó el bruto de Los pichiciegos de Rodolfo Enrique Fogwill y aunque no lo conocía ni sabía de su trayectoria, lo leyó y le pareció sensacional. “No pensé que podría ser riesgoso. Me había parecido estupenda la obra y de hecho fue lo primero que publicamos”, relata Divinsky.
“En este bibliorato hay cartas que me mandaba el tipo que estaba a cargo acá de la editorial. No había fax, recién estaba en sus comienzos”, recuerda Divinsky. Era la manera que tenían para leer los originales y decidir si lo publicaban o no. “Había una gerente, Losada, que ahora vive en España y cuando juntaba la plata hacía un libro. No tenían deudas y no tenían fragilidad financiera dependiendo de las ventas”, dice Divinsky.
“Lo más llamativo es que entre 1978 y 1979 vendimos más libros que en el 2002. Editábamos lo de Quino y Fontanarrosa, gracias a Dios por eso sobrevivimos. Si se hubieran ido, la editorial no estaría funcionando”, relata. Durante seis años manejaron todo por teléfono y carta, y mientras tanto, el negocio quedó a cargo de la madre de Kuki Miler “que era una señora relativamente mayor que había entrado para ayudarnos con los trámites del banco” y se hizo cargo de la editorial el mismo día que los metieron presos.
verá.


www.edicionesdelaflor.com.ar


Florencia Salvador

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lunes, 29 de octubre de 2007

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Promoción del arte y la cultura latinoamericana en Europa

A. Di. C. A. L es la Asociación para la difusión de la cultura y el arte latinoamericano. Esta agrupación, sin fines de lucro, tiene el fin de promocionar nuevos valores artísticos pero también realizar una difusión latinoamericana en Europa. Canal pensado para satisfacer necesidades de aquellas personas que estén interesadas en ser partícipes de esta nueva aventura. La idea del proyecto surge de la necesidad de dar a conocer gran parte de la cultura latinoamericana en todos sus ámbitos con especial atención en la danza pero sobre todo ahondando en las argentinas como el tango y el folclore. Sin embargo, permite también la promoción de nuevos artistas latinos que, por falta de medios, no tienen la posibilidad de desarrollarse profesionalmente.



Dado que el acercamiento de la población al arte y la cultura latinoamericana en todas sus facetas, es difícil de sobrellevar del otro lado del océano, este proyecto propone además el fomento de la comunicación, el intercambio de ideas y la cooperación entre artistas de todo el mundo.
A. Di. C. A. L, expresa ante todo, su voluntad de inclusión de personas socialmente vulnerables tales como: inmigrantes, familias de escasos recursos y discapacitados físicos y mentales. Con todo, también pretende dirigir sus actividades de forma preferencial a niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores de 60 años. A lo largo de la educación, los involucrados, podrán contar con la defensa de sus intereses y la información sobre las actividades a realizar que los socios requieran estará a su plena disposición.
La Asociación para la difusión de la cultura y el arte latinoamericano considera de máxima responsabilidad, la realización de los proyectos, los mismos que se sostienen sobre los pilares de mejorar el nivel formativo y la capacitación artístico-cultural de los incorporados ya que en parte, el grupo creador considera que esto es primordial para desarrollar una mejor formación sobre la cultura y el arte de América Latina.
Aquellos que estén interesados en participar del proyecto deberán cumplir ciertas actividades encaminadas para la promoción de artistas y la difusión de la cultura en Europa. La realización de tanto los cursos, como talleres, seminarios o workshops de formación y difusión, son parte del pilar que sostiene de forma ya establecida a la asociación. Siendo que la organización de actividades y programas van especialmente dirigidos a mejorar la calidad de vida de sus participantes, es una tarea ardua, se propone el desarrollo de una red de comunicación entre artistas y aficionados a través de Internet para que el fomento de intercambios artístico-culturales entre ambos continentes, así como también entre diferentes asociaciones se vea plasmado en la producción de shows y espectáculos con la participación de socios y/o artistas.


La primera gira de "Trío Porteño" en España ha concluido con un saldo más que positivo. En tres meses -desde finales de Junio a finales de Septiembre 2007- el espectáculo se ha presentado alrededor de 40 veces, en más de 15 escenarios de 5 comunidades autónomas. Teatros de muy diferente índole y aforo, salas privadas de todo tipo, cafés teatros y escenarios al aire libre en celebraciones privadas y fiestas municipales han sido los variados retos de nuestros artistas, que han demostrado que ellos y su espectáculo pueden dejar al público boquiabierto en cualquier terreno. La versatilidad, talento y simpatía de los artistas y la riqueza de su propuesta artística, han sido algunos de los puntos fuertes de "Trío Porteño, el color del Tango". Tres personas, capaces de llenar cualquier escenario y mantener al público encandilado durante una hora de espectáculo, con una propuesta "vibrante y dinámica", como lo han definido en varias ocasiones la prensa y nuestro público. Ya de vuelta en Argentina, "Trío Porteño" se prepara para la gira 2008, en la que volverán a nuestro país con nuevas sorpresas. Si aún no pudieron disfrutar de este fantástico espectáculo.... nos vemos en el 2008. Nuestra asociación surge de la necesidad de mostrarle a ciudadano común la cultura latinoamericana en todos sus ámbitos.



www.zetadance.com




Florencia Salvador

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A 21 años de la muerte de José Bianco; La transformación de un intelectual


Escritor y traductor, integrante del círculo íntimo de Silvina Ocampo, José Bianco fue uno de los personajes literarios más importantes e inadvertidos de la Argentina.



Dueño de un estilo único, de narración clásica y armoniosa, el autor de la célebre novela Las Ratas deja ver, a través de sus obras, una clara evolución en materia temática que supo desafiar e incomodar el entorno literario al que pertenecía. De esta manera, quién fuera jefe de redacción de la Revista Sur por 23 años, rompió con esquemas pre establecidos y fue más allá de sus límites.
José Bianco nació en Buenos Aires en 1908. Sus primeros trabajos estuvieron relacionados con la traducción de textos de grandes autores como Sartre y Camus. Este primer acercamiento le produjo una gran impresión y lo llevó a identificarse con su lucha ideológica. Luego, en 1938 se integró al staff de Sur donde realizó diferentes colaboraciones hasta 1961.



A pesar de no poseer una vasta obra, su escaso trabajo fue suficiente para que grandes escritores lo denominaran como indispensable. "Es un intelectual de verdad y un hombre de letras sensatas", admitió el escritor José Luis Borges.
Su última novela, "La Pérdida del Reino" (1972), fue la que terminó de definir un estilo osado donde dejaba traslucir una lucha clandestina que lo relacionaba con su tendencia sexual. La historia cuenta la relación homosexual que mantienen dos hombres, un relato que claramente afecta y amenaza la sociedad aristocrática a la que estaba dirigido el libro, provocando una sorpresa general y un pudor molesto que fue rápidamente sancionado por la revista de su amiga y colega Silvina Ocampo, marcando un quiebre y una futura pelea irremediable.
La libertad y la falta de límites adoptadas fueron confirmadas en una declaración que el escritor realizó durante una conferencia en Harvard, en 1973, donde aseguró que hasta la literatura que parece más alejada de cualquier intención ideológica lleva implícita una suerte de denuncia. Para muchos quedó en claro que Bianco hacía alusión a su "militancia callada y algo clandestina" que lo relacionaba con la Fundación del Frente de Liberación Homosexual en Buenos Aires.
Pese a toda crítica y un posible adrede desinterés, fue, sin duda alguna, un personaje admirable: "Las páginas de José Bianco nos confían casi imperceptiblemente, una historia que nuestra imaginación agradece y de la que no podemos descreer", aseguró Borges.



Cecilia Díaz

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martes, 9 de octubre de 2007

El Rocambole Rabioso



¿Cómo sobrevivir en éste mundo? ¿Cómo ser alguien entre tanta miseria? Es lo que se pregunta Silvio Astier durante las 144 páginas que conforman la primera obra del escritor Roberto Arlt, El Juguete Rabioso, editado en 1926. Una historia autobiográfica que ilustra un mundo hostil, donde la única salida posible está envuelta en traiciones sin remordimiento.


La vida puerca, ese fue el primer título que imaginó el autor para nombrar su novela, y todo indicaría que no estaba errado. Transcurría la década del 20 y Buenos Aires era una ciudad pobre, de veredas sucias donde se alzaban diversas voces que sugerían una sociedad de inmigrantes. El tango cantaba con tristeza los fracasos de unos y la crueldad indicaba la sed de ser alguien de otros. Silvio pertenecía al grupo de éstos últimos.


Con apenas quince años, el adolescente nacido de vientre pobre debe buscar trabajo para enfrentar a la miseria instalada en el seno familiar. Así, abandona todo sueño de estudio y se zambulle en un mundo perverso que lo hará recorrer varios caminos: el de la delincuencia primero, los penosos trabajos después y el de la delación por último. De esta manera comienza el proceso que lo arranca de la niñez a la adultez, frecuentando a distintos personajes de la vida cotidiana, todos ellos marginados y señalados de Dios, que incidirán en su formación personal.



Sin embargo, lo único que parecería preocuparle a Silvio es aplacar su deseo de ser alguien, pertenecer a un mundo dónde sólo los ricos pueden ser felices. Y Astier lo consigue a través de la traición. Delatando a su único amigo finalmente se convertirá en ese alguien: un traidor, y así quedara saciada su sed de pertenencia para siempre. “Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qué sé... de destrozar para siempre la vida de un hombre… y después de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos.”


La obra completa de Roberto Arlt está escrita desde una visión brutal de la sociedad. Prevalece una lectura cínica de sentimientos que dan verosimilitud al relato: el rencor, la humillación, el rechazo y la violencia. Ésta última siempre planteada como única salida ante situaciones extremas, como puente de salvación ante un cambio posible.


Arlt perteneció a Boedo, un grupo literario que manifestaba interés sobre el sufrimiento humano. Además de El Juguete Rabioso, escribió tres novelas más: Los Siete Locos (1929), Los Lanzallamas (1931) y El Amor Brujo (1932). Entre sus obras de teatro se destacan El Fabricante de Fantasmas (1936) y La Fiesta de Hierro (1940). Periodista de vocación e inventor por necesidad, trabajó primero en el diario Crítica y luego en El Mundo, dónde publicó sus célebres Aguafuertes Porteñas. También escribió dos libros de cuentos: El Jorobadito (1933) y El Criador de Gorilas (1941).


En su novela de iniciación, Arlt asume el yo autobiográfico de Silvio Astier y cuenta su vida marcada por la pobreza y los inmigrantes. Es por eso que utiliza con gran destreza el lunfardo y palabras italianizadas. Sin embargo se puede evidenciar un recurso llamativo: el relato parece haber sido escrito desde la adultez. Quizás de ésta manera Arlt pretendía hacer real su deseo de ponerle fin a su tormentosa adolescencia y proseguir con una esperanzadora vida: “El problema de mi felicidad me interesa tan enormemente, que siempre que lance una novela, los otros, aunque no quieran, tendrán que interesarse en la forma en que resuelven sus problemas mis personajes, que son pedazos de mí mismo”, aseguraba el autor.


Una obra que produce un dulce escozor, que se trepa al cuerpo e invade con una rabia perfecta, sorda, donde el representante de los desclasados arremete con un golpe infalible.

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Cecilia Díaz

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miércoles, 3 de octubre de 2007

Entrevista al dramaturgo Roberto”Tito” Cossa


“Escribir teatro es antinatural”

Tarde fría de otoño en la ciudad. El día gris invita a un placentero encuentro cultural y a eso me dirijo: en pleno barrio porteño de Once, tras un portón de rejas negras metalizadas, se encuentra el conventillo que alberga hace 25 años, con sus infinitas ventanas de ojos escrutadores que dan al amplio patio blanco de mármol, a uno de los dramaturgos más importante de la Argentina: Roberto “Tito” Cossa.

“4º T de Teresa”, fueron las indicaciones que recibí del escritor antes de sumergirme en un viaje corto, apenas unos segundos, dentro de una jaula levadiza que, luego sabría, sería el único sonido que irrumpiría en la conversación que me esperaba al traspasar la gran puerta de madera oscura que franqueaba la entrada al “mundo Cossa”.

El olor a tabaco de pipa encendida me envolvió al mismo instante en que el dueño de casa dictaba sus palabras de bienvenida: “Espero que te guste amargo. El agua está recién sacada del fuego”. Ya sentados en los pequeños sillones color borravino, el mismo que reinaría en todo el ambiente, se dio una charla que tendría como eje principal al teatro en todas sus variantes.

“Es el arte colectivo por excelencia. Sigue el camino de la sociedad y es el que mejor refleja la realidad, por su propio carácter. Es contingente y ocurre ahí, en su momento” explica el actual presidente de Argentores.


De contextura pequeña, con 73 años y una obra en camino, este admirador de la Revolución Cubana, rojo de socialismo y frustraciones, asegura que el teatro es un espectáculo participativo: “Lo consumen muchos, por eso obliga a tener los pies puestos en la sociedad”. Este postulado sería repetido en numerosas oportunidades durante la tarde, no por necedad sino por convicción. Es que Tito Cossa sostiene que no existe otra manera de hacer teatro si no es desde una interpretación del comportamiento social y político. Claro, es necesario contar con una lucidez absoluta para no recaer en críticas absurdas sin fundamentos, pero todo indicaría que el autor de La Nona supo sortear el obstáculo sin mayores dificultades y crear obras que son pilares para la dramaturgia nacional.

“El teatro es una especialidad que nace con uno. En general el autor tiene una vocación oculta que es la del actor. Sin embargo noto que hay algo vinculante. He realizado pocos talleres porque no me gusta, pero había un dato curioso: los que venían de la literatura no tenían facilidad para generar la acción en la escritura. Pero los que venían de la actuación sí, y los diálogos eran mucho mejor. Eso es naturalismo. En ese sentido, el autor es escritor de alguna manera”, explica.

Una sospecha, entonces, surge en mi cabeza y pregunto: ¿El que escribe teatro, tan sólo teatro, es escritor? “No existe un autor teatral que no tenga dudas sobre su identidad literaria”, despacha Cossa entre bocanadas de humo que se mezcla con el que sale del hogar encendido, el mismo que atrae su mirada y la deja reposando en las llamas de un fuego rojo, claro.

“De todas maneras la ficción literaria nace curiosamente con la tragedia griega, es decir el teatro. Pero se consagra con el invento de la imprenta y su criatura más perfecta: el libro. Este es el que determina la existencia del escritor en el mismo momento que permite la distensión del texto escrito. También la detecta el teatral, pero hay una diferencia: para éste el libro no es invencible, lo único imprescindible son los actores. El texto teatral nace para ser representado arriba de un escenario. En cambio el narrativo y la poesía, para ser editado. Es por eso que el dramaturgo imagina al espectador y piensa en el escenario”, asegura.

Suena el teléfono y da lugar a la primera pausa de la conversación. Aprovecho para ver a mi alrededor. Un solo factor irrumpe en el orden meticuloso de una casa demasiada prolija para ser habitada por una sola persona: recortes de diarios decoran todo mueble a la vista. La mayoría pertenecen a suplementos culturales. Otros de revistas literarias, las pocas que quedan. Sin embargo un dato curioso me llama la atención: no hay una sola novela en todo el cuarto. “Nunca fui de leer mucho, me gusta más el teatro que la cosa literaria. Tengo un par de autores que son un poco mis maestros, es el caso de Chejov, Arthur Miller, Tennessee Williams y más que nada Discépolo. Aprendí de ellos para crear mi propio estilo”, afirma el autor mientras hace a un lado el teléfono inalámbrico, retoma su pipa y pregunta animado: “¿En qué estábamos?” A pesar de su mala memoria, bastan sólo dos palabras para que Cossa retome el relato. “Textos literarios”, le respondo, y comienza a hundirse de nuevo en una verborragia acelerada, la única manera que concibe para opinar de temas que lo apasionan.

“El texto pasó a un segundo plano y como consecuencia perdió también expectativa literaria. La lectura de la obra teatral fue siempre un placer para una minoría. Leer teatro exige siempre un esfuerzo adicional. Como quien ve la letra de una canción y mentalmente la enriquece con cadencia de la música. Por eso ante el cuestionamiento del texto dentro del teatro, el ejercicio como placer literario está en vías de extinción” y remata: “En definitiva, escribir teatro es antinatural”.

Frontal, hincha de Boca Juniors, comprometido, amante de Villa del Parque, fumador, odia-intelectuales, sagitariano, tanguero, hijo del medio, nieto de italianos. Todo se resume en una sola persona, la misma que escribió Yepeto, Tutte Cabrero y Ya nadie recuerda a Friedrich Chopin, entre otras obras célebres. También, la misma que en los ’80 lideró Teatro Abierto: “Fue un hecho político”, aseguraría más tarde, donde un grupo de artistas que se oponían a la última dictadura militar creían llevar a cabo la revolución desde las tablas.

Sin embargo, la cuota de escepticismo y desilusión surge cuando lo devuelvo a los tiempos reales, al siglo XXI con sus nuevos dramaturgos porteños. “Yo creo que un autor no puede despegarse de lo social, por eso no entiendo a los nuevos autores. Ellos hacen un teatro que no es explícitamente de carácter político social, sino más bien una crítica de la familia y la pareja. Es lo mismo que hacíamos nosotros sólo que ellos tienen una mirada más irónica y cínica. Quizás hasta más paródica de la realidad. Nosotros cuando usábamos este recurso, lo hacíamos con una responsabilidad enorme, no con una mirada destructiva. Pensábamos que algo teníamos que salvar. Es necesario entender que la mirada es dramática en la medida en que es, al mismo tiempo, esperanzadora”.

Con el ceño fruncido, fuma con desdén y una nube de mal humor parece haberse posado sobre su cabeza. El tema lo altera pero responde solícitamente a las preguntas que realizo. Para nosotros el teatro era parte de un cambio en el mundo, la revolución misma. Esta generación no se preocupa. Creo que el quiebre fue a partir de la crisis de los años ‘70 y ’80. Antes, como responsable ideológico, estaba el autor. Ahora es el director. Sigo pensando que una buena obra lo es para siempre. Es un texto literario que tiene otra vida: muere cuando termina de escribirse y renace en el escenario. Pero es imprescindible que el texto exista. De esa manera la obra sigue siendo un hecho social”, afirma.

Indago un poco más sobre el rol del director: ¿Debe el autor dirigir sus propias obras? “Personalmente, con varios de mis colegas de aquella época creemos que no. Antes reservábamos el valor de la obra como fenómeno literario. Una cosa era el texto y otra la puesta en escena. Ésta le correspondía a otro, al director, y se ha comentado: `el autor puede ser fiel a la obra pero el texto necesita de otra mirada, de una mirada nueva, para convertirse en espectáculo´”, explica. Le sugiero como ejemplo el caso de Rafael Spregelburd, el referente perfecto para ejemplificar la conjunción de autor y director en una misma persona. “La Estupidéz me pareció una buena obra. Inevitablemente larga, pero de alto oficio. Cuidado, no es una palabra despectiva, al contrario, el oficio es el punto alto del artista”.

Vacía la pipa, su garganta recibe el descanso del tabaco como el día del sol. Ya no hay fuego y las sombras participan del encuentro que llegó a su fin. Antes de despedirnos me obsequia con una pequeña metáfora a modo de reflexión: “Mientras la pieza literaria es fiel como una señora burguesa, la obra teatral anda por las noches cambiando de marido. Una diferencia que el dramaturgo contemporáneo debe entender como un privilegio, porque seamos sinceros: las señoras burguesas son muy naturales, pero las putas son más divertidas”.




Cecilia Díaz

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